El pasado 12 de octubre nació en Sevilla un niño, concebido para posibilitar que su hermano pudiera recibir de él un trasplante de médula ósea. La Ley de Reproducción Humana Asistida de 2006 introdujo la posibilidad de autorizar, estudiando cada caso concreto, la técnica de diagnóstico genético preimplantacional para seleccionar embriones con fines terapéuticos para terceros. Estamos frente a situaciones humanas difíciles (ello merece respeto y comprensión), ahora bien ¿cuál podría ser la valoración ética de todo esto?
Cuando este niño sevillano que acaba de nacer sea adulto, y sepa los motivos por los que ha sido concebido ¿qué pensará y sentirá? No debe ser fácil conocer que fuiste “seleccionado” como embrión con el principal fin de salvar a tu hermano enfermo, y que naciste, principalmente, por ello: posibilitar la curación de a un hermano. Además fueron desechados varios embriones, hasta obtener el “adecuado” para los fines que se perseguían. En un caso así, estamos hablando de unos 20 embriones.
Nuestra lectura ética de este tema, está relacionada con el valor que otorguemos a embriones en fase preimplantacional. El fin que se persigue podría ser muy loable, pero... ¿el fin justifica los medios?
¿Qué os parece?
Saludos