Hice la última de libre configuración en Madrid, en el centro de Jacinto Verdaguer.
Objetivamente:
Encontré unos lavabos publicos pestilentes, realmente el olor al entrar era como una bofetada, estaban encharcados, sin unas condiciones mínimas de higiene, e incluso peligrosos para la salud del alumno (infecciones, caídas, náuseas, mareos, ...).
Encontré una multitud de alumnos, esperando, apretujados, los que intentaban moverse tenían que empujar o solicitar el paso; evidentemente las dimensiones de la sala eran irrisoriamente desproporcionadas al número de asistentes.
Encontré, ya sin asombro, un equipo de hombres y mujeres, digamos el elemento subjetivo de la uned, completamente predispuestos a la antipatía, a la prepotencia y a la rutina funcionarial. Tuve que sentarme en una sillita de parvulos y encorvarme sobre una mesita de juguete, mobiliario, por cierto, ya en desuso, cuando lo reciclaron desde niveles de primaria.
En definitiva, me topé de bruces con la UNED. Hipermoderna, progresista, tecnológicamente innovadora, y sobre todo, exquisitamente tercermundista.