Vamos a poner un sencillo ejemplo:
Los de arriba son el poder, las alturas, los próceres, unos pocos.
Los de abajo, seríamos en buena lógica su contrapoder natural.
Lo que se predica arriba, abajo suena muy extraño, vamos: que no termina de llegar.
¿Cuál es la solución? Divide y vencerás, como no hay cohesión abajo ni siquiera en torno a los principios más elementales, arriba hacen lo que les da la gana, porque tienen a parte de los de abajo en la inopia.
Pero observa que, en principio, lo popular (a nivel de costumbres, de trato, de libertad entre nosotros, las gentes), es o debería ser la normalidad política, social, religiosa, etc.
Observa que, para nosotros, los raros son los políticos y toda esa gente de arriba, venida de no se sabe muy bien dónde. Entonces en la medida en que esa élite ha abducido a la masa y, en algunos casos, pone enormes trabas para que salgamos de esta abducción (véase por ejemplo imposición del catalán) ellos son en cierto modo una gran secta. Vale que es una secta light y atenuada, pero una secta a fin de cuentas.
Si todo esto es mucho más complicado de lo que parece, no hay más que ver las relaciones del poder con tráfico de armas, de drogas y de carne humana. (Como en su día, creo recordar, advirtió Anguita). Pues bien, esas organizaciones de trata de blancas, son en cierto modo secta. Esos que prometen el oro a los moros, que luego aterrizan y no saben dónde meterse, cuando creían que sí, son igualmente una repugnante secta.
Y hay mucho más, por supuesto.