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LoginLa argumentación de Toni Cantó es impecable. Además, presumo que es una de las pocas veces que se ha podido ver en el Congreso de los Diputados a alguien yendo al fondo de un asunto concreto.
No hay más derecho que el que los hombres nos otorgamos a nosotros mismos, esto es, el derecho positivo.
Todo derecho u orden positivo es un derecho creado por los hombres y para los hombres, no para ninguna otra especie, por definición. Pero es que, además y como bien explica Toni Cantó, los derechos individuales que se reconocen a los hombres existen única y exclusivamente porque implican, a su vez, una capacidad de obligarse, una transacción de igual medida que lo que se da. Tengo derecho a estar bien remunerado porque tengo la obligación de trabajar. Tengo derecho a la libertad de expresión porque estoy obligado a reconocérsela a los demás. Solo somos libres en la medida en que respondemos de nuestra libertad, de nuestros actos. Si no respondiéramos, si no fuéramos responsables, no seríamos libres desde un punto de vista positivo. Ésta es la base de la ética positivista, a la que tanto contribuyeron los ilustrados del XVIII.
Por tanto, hablar de derechos de los animales es una falacia. Ningún animal puede ser sujeto de derecho puesto que ningún animal puede ser sujeto de obligaciones. No se razona con los animales. No se acuerda con ellos. No pertenecen a nuestra especie, como dice Cantó. No se puede hacer derecho positivo con animales.
Se puede no obstante, querer a los animales, amarlos hasta el extremo de identificarse con ellos más allá incluso de lo que lo hacemos con muchos de nuestros congéneres, pero eso no es materia primordial de una sesión del congreso de los diputados un martes por la tarde. A mí me gustaría que el discurso del amor se extendiera por todas las capas de la sociedad, que los diputados amaran y se amasen con gusto y alegría, pero no es el asunto primordial del que se trata en una iniciativa legislativa, aun cuando Toni Cantó también lo ha apuntado: debemos pensar qué hacemos con los animales y hasta qué punto su maltrato nos degrada como especie humana, como amantes de la naturaleza.
Pero, ¿contratos? ¿Derecho? Por favor.
Y sí, creo que técnicamente los animales no tienen derecho a la vida o a la libertad. El hombre sólo conoce dos formas de relación con los animales, dejarlos en paz en su entorno o el sometimiento para el propio provecho.
Dentro de la segunda categoría, la industria taurina me parece la industria de explotación animal que proporciona a la bestia el trato más digno, con millardos de leguas de ventaja sobre la siguiente.
Uno de los diputados que va a votar a favor de dicha prohibición saldrá del congreso con prisa porque tendrá que ir al veterinario con su perro a que lo castren. Es que lo amará con locura. Ese criterio humano por el cual al afecto del secuestrado por el secuestrador se le considera una enfermedad no será de aplicación. Es que a los animales se les equipara con los humanos hasta cierto punto: el que yo decido.
Dicho esto, es batalla perdida y la verdad es que me la suda a chorros porque no me gustan los toros. Sólo me gustan los toros cuando es estofado.
Un saludo.