Bueno, no sé, pero yo pienso que se puede tener un espíritu critico para con la Constitución y las Instituciones del Estado, o con respecto a la UE (u otras muchas cuestiones y temáticas) y no ser ni de ultraderecha ni de ultraizquierda; es más, ser una persona democrática de los pies a la cabeza.
Decir que la CE 78 está obsoleta o es anacrónica (este último término lo prefiero), o que es muy mejorable y que debería reformarse en parte de su articulado, no es ser ultra de nada.....es querer progresar, mejorar, lo que está regular que esté bien, y lo que esté bien que esté brillante.
Juristas, sociólogos, políticos, historiadores etc deben tener ese espíritu, para servir al ser humano, yo creo. Y las normas, con independencia del rango, pues son normas, que deben entenderse como instrumento al servicio del hombre y la sociedad, NO que el hombre y la sociedad sea esclava de las normas.
Y bueno, decir que la UE es una ruina pues no hay que ser Séneca ni Cicerón para darse cuenta. Europa (como idea global de un todo europeo político-económico) está muerta. Sólo queda saber cuánto le queda al factor humano de la UE de vida (los europeos).
El batacazo político-económico de la UE lo llevo avisando dese hace más de dos años. Como dice simple 22: "no quedará piedra sobre piedra, no digáis que no os lo avisé" !!
Un saludo.
Palangana tiene razón: en los tiempos que corren, es un derecho y aun un deber abrir un debate sobre lo que ha pasado con la Constitución.
Evidentemente yo estoy estudiando lo que ha pasado, y otros procesos parecidos, junto con algunas opiniones sobre procesos parecidos.
Es indudable que la Constitución crea un status, que incluye privilegios y prerrogativas, sumamente discutibles, cuyo cuestionamiento era y es inevitable. ¡Eso sí! Lo afirmo rotundamente. Y dentro de ese cuestionamiento, está el tildarlos de políticamente ilegítimos. Con la toga puesta, estos privilegios debemos defenderlos, en lo profesional. Esto es indudable. Y es inevitable que tales privilegios sean cuestionados, no en el plano puramente teórico, sino como siempre se cuestionan en todo proceso histórico: con pujanza y con energía.
Pero cuando estamos en calzoncillos, en bata o en zapatillas, o recién levantados de la siesta podemos defenderlos… o no defenderlos. Pero parece que algunos no diferencian la Universidad de la calle, los Tribunales de nuestra casa, o las togas de las batas.
No es ningún secreto, por ejemplo, que el Tribunal Constitucional está quemado y que por más que se esfuerzan los catedráticos en defender lo indefendible (el modelo), es obvio que ha terminado prevaleciendo la verdad a pie de calle, sobre la verdad institucional. El jurista no es (o no debería ser) una persona aislada de la realidad. Una cosa es la ley, otra el manual, una cosa es un examen y otra la realidad.
Y precisamente nuestra dualidad, nos permite afirmar en un examen que la España constitucional va sobre ruedas, que todo marcha de cine, etc. (por imperativo legal y es justo que así sea) y una vez liberados de esta obligación académica, decir que no nos creemos ese papel. ¡Y no pasa nada!