Yo lo que creo es que la religión, cualquier religión, no debe plantear ningún problema a la sociedad. A mí que la gente vaya a misa o saque los santos a pasear, pues ni fú, ni fa. El problema está en las imposiciones y en las ingerencias.
Me refiero a que cuando un líder religioso se desvía de su función, que no es otra que difundir la palabra de Dios transmitida por su hijo, Jesucristo, y se extralimita dando un mitin político, no contra el Gobierno, sino contra la decisión de la soberanía popular, osea, la mayoría del pueblo, entonces entramos en terrenos farragosos, y es eso precísamente lo que hace despertar al laicismo y provoca sus manifestaciones.
Por ejemplo, la Ley del Aborto, aprobada en el parlamento español, no deja de ser una Ley. Una Ley que a nadie obliga a abortar, por cierto. En este caso, desde luego que puede estarse en desacuerdo con la misma por reglas morales y tal, lo que es muy respetable. Pero en referencia a la Ley de Educación para la Ciudadanía, llamar a la desobediencia civil es un auténtico DISPARATE. Podrá estarse en desacuerdo con la misma e incluso recurrirla a los tribunales, pero llamar a la DESOBEDIENCIA de la misma, cómo ha hecho la Iglesia en este país, así cómo llamar a la DESOBEDIENCIA de las autoridades competentes para casar a personas del mismo sexo en aplicación de la Ley vigente, emanada de la soberanía popular, pues es quien ha votado líbremente, es un auténtico DISPARATE, y es lo que provoca las movilizaciones y los enfrentamientos, lo mismo que pasarse por el forro aquello del Estado aconfesional y escuchar cómo escuché el año pasado al Sr. Rajoy, decir que iba a volver a poner los crucifijos en todos los colegios públicos, etc.
La solución no es otra que el RESPETO. Respeto por parte de la Iglesia a la legalidad vigente y respeto por parte de los laicos a la libertad religiosa a profesar la religión que les de la gana, siempre con respeto a quien no profese ninguna u otra distinta.