¡Digámoslo claro! En España se ha fabricado por el poder político, excesivamente abusivo en materia fiscal, una teoría: la inmensa mayoría del fraude proviene de los supermillonarios. Una teoría muy cómoda y demagógica para justificar lo injustificable: que es que los impuestos tal y como están establecidos son excesivos y que lo que hacen es estrangular las pequeñas economías de los pobres y de la clase media. De esas pequeñas economías proviene la mayoría del fraude fiscal y de la economía sumergida, cosa que no puedo sino aplaudir.
Pero el poder público no sólo estrangula las pequeñas economías, sino que en alianza con poderosos empresarios que no creen, ni han creído nunca en la competencia y el mérito, obtienen el apoyo del legislador para prosperar mediante monopolios, basados en que el legislador ata de pies y manos a toda pequeña economía que en cierto grado les pueda hacer competencia, como puede verse en las legislaciones sobre el turismo y las leyes hechas para que todos los turistas vayan a los hoteles y gasten todo ahí, y no dejen nada para el pueblo, para el ciudadano corriente.
Aparte está el tema de en qué se lo gastan los políticos, pero la cosa principal es que la gente no cree en la fiscalidad, que mucha gente incluso necesita defraudar y montar negocios ilegales para VIVIR. Para vivir, sobrevivir, malvivir, etc.
Queda así refutada la teoría fiscalista y ultraestatalista esgrimida por los socialistas de todos los partidos y de todos los medios de comunicación, mejor dicho: de casi todos. Asúmase que la inmensa mayoría del fraude es de la clase popular, que la inmensa mayoría de la economía sumergida es también de la clase popular. Abandónese de una puñetera vez esa burbuja ideológica del marxismo, déjese de fabricar teorías para mantener ese cadáver ideológico que ha dejado millones de muertos en el camino por querer imponer una quimera. Desciéndase a la cruda realidad.