No estoy de acuerdo, Jgarmir.
La guerrilla es un buen mecanismo estratégico para hacer frente a un ejército regular, generalmente potente. En las guerras se trata de ganar, la ética allí no pinta nada. La idea es, como sabes compensar la mayor potencia de fuego del ejército, con el factor sorpresa.
Sin duda, la guerrilla, en la que en España fuimos pioneros (la guerra a la española le denominaban los estrategas clásicos), tuvo su época dorada durante la época de la infantería de linea.
En la actualidad, sin embargo, aun manteniendo su valor táctico, pierde importancia estratégica en el marco de los denominados conflictos asimétricos, en los que las fuerzas regulares ya ni invaden ni consolidan el terreno, sino que se interponen o gestionan un embargo o imposición. Ademas, hay unidades especializadas en contraguerrilla. Sin embargo, su empleo (y ese es el problema europeo) requiere un reconocimiento político del status y grado de implicación (lo que, traducido, quiere decir que el Presidente de turno debe reconocer que sus tropas no están en labores pacificadoras, sino bélicas, con el consiguiente rédito electoral).
Sin embargo, mi respuesta iba por otro lado. Precisamente las denominadas misiones de implementación de la paz (por ejemplo, cascos azules) se diferencian, y considero que para bien, de las Brigadas Internacionales, de la Legión Cóndor, de "la Nueve" o de la 250 (la División Azul), en que no se posicionan en el conflicto con un bando, sino que se interponen entre ambos cuando no se respetan unos mínimos. Lo de la ética en la guerra, mal que pene, es lo que diferencia a un soldado de un mercenario. Dentro de la alegalidad de un conflicto armado, hay unos mínimos a cumplir (trato de prisioneros, náufragos, heridos, sanitarios, población civil, bienes de interés cultural o religioso, empleo de minas o bombas de racimo...), que, de no cumplirse, imposibilitaran la recuperación tras la posguerra (las minas matan mucho después de finalizada la guerra).
El vencedor, históricamente, no tenia interés en destruir indiscriminadamente, pues esta interesado en aprovechar lo conquistado e, incluso, legitimarse frente al invadido, como un Orden mejor al que tenia antes.
Las guerrillas milicianas, partisanos, etc., en los conflictos contemporáneos, si bien en origen daban una cierta y muy relativa ventaja al bando con el que se alineaban, a largo plazo se convertían en otro problema, lógico por otro lado, que surge cuando grupos reducidos, armados y con una moral o norma interna, distinta de la Ley, han actuado como autoridad. Desde los bandoleros de Sierra Morena a los Chejnik, del Viet-Cong a los muyaidines talibanes, son grupos que, pese a su escasa significancia a nivel nacional, pueden tener poder suficiente a nivel local, siendo origen de muchas mafias. Su empleo es imprudente en la mayoría de los casos.
Me remito a los muyaidines talibán, empleados contra la expansión soviética en Afghanistan, y que son a día de hoy un tremendo problema a nivel internacional.