Estimado El Macias:
Primero: Que no sé hasta qué punto se puede hablar de recta razón en un genio casi divino como es el hombre: tan perfecto y al mismo tiempo, tan imperfecto.
Segundo: Que es sumamente discutible que haya "verdad", que en todo caso, habrá "verdades", que nos harán parcialmente libres en esos aspectos sobre los cuales se ha desvelado.
Tercero: Que no hay nada que pueda ser eterno, que precisamente porque la naturaleza humana es corruptible, todas las obras humanas lo son, por eso nada perdura, sino que todo lo humano salvo quizá el alma, perece. Y perece porque se corrompe. Y en todo régimen sociopolítico existen las mentiras, las zonas fronterizas, la ambigüedad y a veces, la trampa. Pero no hay peor trampa, que la de consentirla, ni peor crimen que el que lo consiente, pudiendo impedir, ni peor sedicción o rebelión que la de aquellos que teniendo el deber de abortarla no lo hacen. Acierta en este sentido Platón en sus leyes, cuando hace a los garantes que tienen el deber de impedir la rebelión, acreedores a la máxima pena. Y todo hombre, como dijo Ihering, tiene el deber de pisotear la cabeza de esta víbora que es la arbitrariedad y la ilegalidad. Sobre todo cuando esa víbora, es quien tiene el deber de guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y, en vez de desempeñar su papel de garante, se convierte en el caballo de Troya de los golpistas.
Comparto los buenos deseos, pero con la arbitrariedad, el abuso de poder, el fraude de ley y el golpismo institucional, no podemos estar sino en guerra abierta.