Hola a todos.
Hay una cierta tendencia entre los que estudiamos Derecho a creer que el Derecho prefigura las cuestiones que trata, cuando en realidad, el Derecho, como ciencia de convivencia, actúa siempre
ex post respecto de las realidades que aborda. Con respecto a la eutanasia, de la que se ha incluido por ahí una traducción literal, pero incorrecta, de los términos griegos
eu (bien) y
thanatós, que significa tanto muerte como asesinato u homicidio (para la eutanasia los griegos utilizaban el término
thanatáo, que significa "desear la muerte") ocurre exactamente lo mismo. Trato de explicarme. La cuestión de si la vida debe ser regulada por el Derecho es tan pueril que resulta graciosa. El Derecho no configura la vida, sino su protección. Yo compagino los estudios de Derecho con los de Filosofía, y agradezco bastante que, de cuando en vez, me tenga que olvidar de los formalismos rigoristas de las ciencias jurídicas para atender a cuestiones epistemológicas. Vuelvo a tratar de explicarme: el valor de la vida no viene otorgado por el Derecho (si fuese así, la vida ajena valdría no más de diez a quince años de cómoda privación de libertad, con posibilidad de realizar estudios gratuitos y con subsidio de desempleo al término, amén de permisos carcelarios para realizar giras, si se es artista, o visitar a los nenes por su primera comunión -vid. arts 138 y ss. CP); por tanto, el Derecho no crea la vida como derecho, sino que asegura su protección como bien jurídico supremo. Sí, he dicho bien, supremo, pues la vida es condición de posibilidad no sólo para el resto de los derechos, incluida la libertad, sino para todas las restantes facetas de la existencia del ser humano. Por tanto, aquellos que crean que el Derecho está en condiciones de decidir qué debe hacerse con la vida, sea la propia o la ajena (pena de muerte), están incurriendo en vanidad leguleya. Por otro lado, deseo incluir en el debate, a modo de preguntas retóricas en algunos casos, en otros de preguntas sin más, las siguientes cuestiones, que considero íntimamente relacionadas con el tema; trataré de ser breve:
1) ¿No resulta apreciable un curioso fenómeno por el que los derechos subordinados o accesorios se están imponiendo a los principales?
2) Muertas las concepciones éticas del individuo, en tanto que lo sagrado, lo espiritual y lo inamovible por eterno han quedado relegado a un plano poco más o menos que esperpéntico, ¿no resulta evidente que se procura, por quienes han pergeñado esa misma liquidación, un encumbramiento del Estado como única religión o patrón de conducta posible? ¿Será que en un futuro adoremos a la religión de Estado, y que los sumos sacerdotes sean gentes tan elevadas y sabias como los políticos que lo dirigen?
3) ¿Puede, por tanto, el Derecho abordar una cuestión tan íntima como lo es el propio deseo de no seguir viviendo? ¿No es esa una AGRESIÓN que sólo cabe acometer a quien esté dispuesto a llevarla a cabo? ¿Qué tiene que decir el legislador, sentado en su cómodo sillón de miles de euros al mes, al respecto de situaciones en las que el Derecho, incluso el sentido común, nada pueden? Los suicidios, que son dramas, llevan acometiéndose desde que el mundo es mundo, y para nada se ha necesitado su regulación, pues con ella no se pueden impedir. La novedad radica en que, hasta ahora, cuando un suicida se aproximaba al borde de una alta ventana, alguien se ponía a su lado para tratar de impedir que se arrojase al vacío; de ahora en adelante, esa persona le dará el empujón final, y su nombre es ESTADO.
4) En cualquier caso, y ya que se pretende que el Estado sea nuestro salvador y nuestro mesías, ¿no será mejor que el Estado destine recursos para evitar que la gente se suicide? ¿No será mejor ayudar a quien pase por un momento de difícil digestión para que reencuentre la ilusión por la vida? En momentos de crisis es más barato suministrar una inyección letal, que afrontar la recuperación de quien yace desolado y triste.
5) Respecto de la eutanasia, ¿no se le ocurre a nadie que, al igual que se falsifican testamentos, escrituras, contratos, se procederá a aniquilar sistemáticamente, con el beneplácito del "estadillo" (ya me niego a llamarlo Estado) a todo aquel que estorbe ("sufría mucho el pobre", dirán compungidos los familiares que falsificaron el "testamento vital"). ¿Exageración? ¿Cuántas noticias al mes sobre ancianos y enfermos maltratados en residencias, abandonados por sus familiares, timados por gentes sin escrúpulos, etc? ¡Y la hipótesis se hace mucho más plausible si hay bienes de por medio! Por otra parte, me remito a lo dicho para el suicidio: si en alguna familia existe la voluntad de no prolongar el sufrimiento de un ser querido, se encontrarán maneras de hacerlo, sin necesidad de que medien abogados, médicos y otras gentes extrañas. El que tenga oídos que entienda.
6) ¿Qué pasa con el código deontológico de la profesión médica, con el juramento hipocrático? ¿Deberán jurar los médicos practicar la muerte cuando se lo pidan?
No quiero extenderme más, sólo, a modo de epílogo, dejadme que os narre una curiosa anécdota al respecto. Cuentan que Diógenes de Sínope acompaño a su maestro, Antístenes, en sus últimas horas de vida. Antístenes, moribundo y muy dolorido le preguntó:
- ¿Dime Diógenes, quién me librará de tanto dolor?
- Este te librará maestro -contestó Diógenes, esgrimiendo un largo cuchillo.
- ¡He dicho del dolor, estúpido, no de la vida!
Saludos, y que continúe el debate.