PARA AV.
Estimado provocateur.
Agradezco enormemente el esfuerzo que ha realizado para contestar mi comentario, que por otra parte no buscaba respuesta. No obstante, me veo en la obligación de preguntarle algunas cosas que no acabo de comprender. Si le parece, comenzamos por lo evidente: ¿Por qué subraya usted un párrafo mío, sacado de contexto y enviado a IURIS TANTUM, para acusarme de guasearme -perdón por la aliteración- de esta señorita? La pregunta que ahí le hago en nada es capciosa; lo que quiero saber es lo mismo que le pregunto, y creo que IURIS TANTUM tiene ingenio suficiente para no necesitar de su defensa (cosa inecesaria conmigo, pues no recalo en este lugar con ánimos violentos). Por otra parte, su definición del término paternalismo es innecesaria, pues es de sobra conocida por ambos.
Pero continuemos. Pasemos ahora a las "joyas", como usted las ha calificado, de mis comentarios (no sólo usted va a ser buen orfebre). Respecto de la primera "joya", sólo quiero hacerle dos preguntas: 1ª) ¿Por qué remarca la expresión pena de muerte? ¿No está usted de acuerdo con que yo la considere una aberración? Porque es la impresión que da al leer el comentario. Si lo que pretende hacer entender es que soy yo quien estoy a favor de la pena de muerte la cosa es compleja, pero en fin, habrá quien le siga. 2ª) ¿Cree usted que existe la vanidad leguleya? ¿Cree usted que no hay quien se encumbra en el poco Derecho que ha aprendido para dar respuesta y explicación a fenómenos de los que no tiene ni idea? ¿Cree usted, le pregunto, que el desarrollar mi jornada laboral, y compartir amistad, con jueces, fiscales, abogados y forenses me puede haber ofrecido conocimiento sobre algunos, muy pocos, casos de tal fenómeno?
La segunda "joya", relativa a los máximos, tiene poco brillo. Reconozco que lo que he escrito no dice nada de particular; pero esta piedrecilla pobre y sin brillo la engarza usted muy bien con el anillo de oro de su factura, cuando dice: << Experimenta un poco de las miradas de súplica de estos enfermos que quieren morir y luego me vienes con la parrafada de los máximos aplicada, por ejemplo; a la protección de la mayoría de ciudadanos posicionados jurídicamente contra un terrorista asesino que va a ser "reinsertado" en la sociedad". Reconozco que aquí me ha deslumbrado usted, pues he quedado ciego. No entiendo absolutamente nada. ¿Qué quiere decir con lo del terrorista? ¿Quiere usted decir, apelando a los sentimientos, que yo toco de oídas, y que en mi vida he visto la mirada suplicante de un moribundo? Si es eso lo que piensa, debo contradecirle: a mis cuarenta años de vida ya he visto esas miradas en personas que jamás podrán ser reemplazadas en mi alma. Sus ojos pedían piedad, misericordia, cariño, ternura, amor: los del ateo pedían a Dios, y los del creyente pedían un momento más de vulgar vida terrenal; esos ojos, amigo AV, entre las respiraciones que se entrecortan, agonía, piden vida y, es cierto, una buena muerte. Por eso yo amago la cabeza ante las personas que sufren y quieren dejar de hacerlo. Y le diré más: cuando esos ojos se cierran, delante de tus narices, se hace un nudo en el estómago, en el corazón y en el entendimiento que hacen que uno deje de tener la más mínima idea de lo que es la vida. Aclarado este punto, le ruego que en sucesivas conversaciones no toquemos temas referentes al sentimiento.
La última joya, que no la nombra así usted, pero lo hago yo, es esa relativa a que tengo una moral virtual muy arraigada y susceptible. Hombre, lo cierto es que es la primera vez en mi vida que uso estos sistemas de comunicación. Habrá apreciado usted que soy hombre de escritura clásica, más apegado a la estilográfica que al ratón, y más al papel que a la pantalla. Y en ese estilo en el que he leído muchos, quizá miles de libros, y escrito alguno que otro, en ese estilo digo, jamás, nunca, se abre la conversación con un desconocido usando una broma que pueda resultar grotesca. Quizá sea más habitual aquí, y en ese caso le pido disculpas si mi reacción le ha parecido desmedida, pero para mí ya empieza a ser un poco tarde para cambiar.
Sin más, reciba un cordial saludo.