También se le puede recordar por esto:
Después de la polémica sobre el coste astronómico y la dudosa rentabilidad del PAC y del SOS 4.8 de 2008 (si la bienal supuso un gasto de al menos 600.000 euros, el festival costó más de 2 millones), llegó el concierto de REM, con una escandalosa aportación de la Consejería de 400.000 euros (unos 125 euros de subvención para cada una de las 3.000 entradas vendidas, cifras que no se alcanzan ni con la elitista ópera).
¿Podemos aceptar que este sea entre nosotros el uso prioritario de los recursos públicos destinados a la cultura?
Desde entonces los anuncios de relumbrón pagados a precio de oro desde las arcas públicas ha sido incesante: desde Anis Kapoor (150.000 euros), al acuerdo con la cadena privada MTV (cuatro conciertos, de los que sólo el primero cuesta 1,1 millones de euros); pasando por el nuevo PAC 2010 ( otros 900.000 euros); la presencia regional en Arco ( 300.000 euros de stand más 150.000 en adquisiciones de obra); el anuncio de la participación -en realidad es el alquiler de un espacio- en la próxima bienal de Venecia con un pabellón de artistas internacionales (240.000 euros); para continuar con la compra de la bienal itinerante Manifesta (3 millones de euros más) y, cómo no, la nueva edición del SOS 4.8 (2,5 millones de euros para dos días, el presupuesto sumado de La Mar de Músicas y el Festival de Jazz de San Javier, que suponen 45 días de la mejor programación), ahora con esas propinas que se presentan como año SOS, y el ruborizante ejercicio de marketing greenwashing de dedicar un euro por entrada para plantar árboles. Y todavía quedarían -y esto no es parte de la broma- los 3 millones de euros de la nueva campaña de imagen regional.
Murcia se ha convertido, en los años del boom de la economía especulativa, en el paraíso soñado por foráneos y avispados promotores musicales y comisarios de exposiciones no menos listillos que hacen aquí el agosto todo el año. Pero, ¿es esto lo que necesitamos?, ¿nos lo podemos permitir?, y ¿no haría falta un proyecto diferente, con otra sensibilidad y otras prioridades ahora que estamos en crisis?.
La crisis está provocando fuerte malestar y un gran sufrimiento social en miles de murcianos; la Región ya ha superado los 100.000 desempleados, el paro crece al doble del promedio español, hay más 25.000 familias en las que nadie trabaja, un cuarto de la población está por debajo del umbral de la pobreza, y el fracaso escolar se acerca al 40%. No voy a insistir en este argumento para que no me llamen demagogo. No hace falta. Basta con comprobar cómo está afectando la crisis a la cultura en la región.
«Obsceno» además de su sentido de indecente o impúdico, era para los griegos lo que quedaba, por duro o terrible, fuera de escena. Así, el despilfarro en que se ha embarcado la política cultural en Murcia en esta etapa es obsceno tanto por lo que evidencia como por lo que encubre.
Y lo que oculta es que esta sangría presupuestaria obliga a recortar las partidas de muchos programas y centros que constituyen la oferta cultural básica e inexcusable de la propia administración regional y, al tiempo, reduce la imprescindible cooperación con los municipios, el primer agente cultural de la región y el más próximo a las necesidades de la gente.
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