No he hablado de Francisco Camps, no he tenido el gusto o el disgusto de conocerlo. Después de la gran reforma que ha hecho Ruiz Gallardón con lo de los jueces, no me atrevo a decir que Camps sea un mal político. Me explico: yo tenía ese concepto de Gallardón, por su ruinosa gestión en el Ayuntamiento de Madrid, pero no me di cuenta de que, no era por su mala calidad, sino porque su perfil político no era el de Alcalde de Madrid, sino el de Ministro de Justicia. Si tengo que atender a términos como “ortodoxia económica”, diré que ahí Camps no ha brillado a gran altura, la verdad sea dicha. Lo que no quiere decir que a lo mejor, como Ministro de… no sé, de asuntos religiosos no lo hubiera hecho magníficamente. En lo económico, creo que ha sido un desastre sin paliativos. Ha dejado hacer mucho a los catalanistas en Educación, eso también es verdad.
Pero ahora voy con el gran asunto: el de los trajes. Debo confesar una cosa: he leído muchas veces noticias sobre Gurtel. Y de eso, aparte del atropello injustificado por el que se juzga y espero que se condene a Garzón, no he entendido absolutamente nada de lo que se decía. Y salvo los disparos de las escopetas de Garzón y Bermejo, es que no tenía, ni tengo, ni tendré ni la más repajolera idea de por dónde iban los tiros. Era todo tan confuso, tan farragoso y tan caótico, que no he entendido absolutamente nada. Sólo por eso está sobradamente justificado el veredicto de inocencia. A mí me viene un majadero de esos, con un tocho impresionante de cosas confusas y caóticamente relacionadas, y aparte del tremendo dolor de cabeza que me produciría, le diría con toda franqueza al acusador: “mire usted, o me lo explica con total claridad cuál es la mercancía, el peso, las unidades, la calidad y el precio o yo no se la compro. Y no es que me guste o que no me guste la mercancía que usted pretende venderme, es que no sé ni lo que es. Es que de su relato, bien podría ser que hasta el bigotes, fuera no un sastre, sino una bailarina de striptease, disfrazada de Charlotte.” No necesito acudir a tópicos sobre la presunción de inocencia: el circo de la Fiscalía, Garzón, la cacería, etc. me permite afirmar sin ningún género de dudas que el proceso ha sido en el menos malo de los casos, una chapuza colosal y en el peor de los casos un tongo, sin descartar para nada una mezcla de ambas cosas. Ni un cuarto de folio me ha hecho falta para echar abajo una acusación de semejantes características. PAM PAM. ¡Se levanta la sesión!