Uno de los temas más apasionantes de la economía, pero a la vez también más complejo, es el que se refiere a la distribución de la renta. No en vano se trata del elemento clave en el funcionamiento de una economía capitalista, razón por la que desde los clásicos (Smith, Ricardo, Marx…) se ha estudiado como centro de las reflexiones.
Primero unos conceptos rápidos para quien no esté familiarizado con los indicadores económicos. Como sabemos, el valor monetario de la riqueza que se genera en un país se mide a través del Producto Interior Bruto (PIB). Este indicador puede descomponerse en dos partes: los beneficios empresariales y los salarios. Esto no es ni más ni menos que la agregación del comportamiento individual en las empresas. Hay un ejemplo habitual que sirve para ilustrar esto y que describo y dibujo al final del post. Lo importante es quedarse con el hecho de que el Producto Interior Bruto puede descomponerse en la suma del valor añadido por ramas o, alternativamente, en la suma de la distribución entre salarios y beneficios.
Un ejemplo con la empresa MercaNoDona
Imaginemos que soy empresario de una gran empresa llamada MercaNoDona (MND), que no consume bienes intermedios[1], y que para llevar a cabo mi actividad he contratado a 100 trabajadores a los que pagaré 1.000 euros mensuales a cada uno. De esa forma el coste salarial total -lo que me cuestan los trabajadores- será de 100.000 euros. También he estudiado el mercado y he calculado que podría vender hasta 10.000 unidades de producto, lo que de cumplirse significaría que pagaré 10 euros en salarios por cada producto vendido. Por lo tanto si pongo el precio de los productos en 10 euros todo lo que ingrese se irá a pagar salarios, de modo que tengo que vender por encima de ese precio. Por eso decido poner un precio de 12 euros por producto, para que 10 euros sirvan para pagar salarios y 2 euros para acumular beneficios de la empresa. Soy una gran empresario pero poco ambicioso.
Si terminado el mes he conseguido vender los 10.000 productos que había pensado, el resultado final es el siguiente:
Teniendo presente que de los 12 euros que cuesta un producto, 10 se van para salarios y 2 para beneficios, o alternativamente que de 120.000 euros de valor añadido un total de 100.000 se van a salarios y 20.000 a beneficios, eso significa que los trabajadores perciben un 83% de la renta y los beneficios un 17%. ¡De la tarta final mucho más de la mitad se la comen los trabajadores!
Segundo mes
Ahora vamos al segundo mes. Imaginemos que aprovechando el miedo a los despidos extorsiono –dentro de la legalidad, por supuesto, aunque siga siendo extorsión- y “motivo” a los trabajadores para que vendan más. Así, durante el segundo mes los trabajadores logran espabilar y venden 15.000 productos. ¡Albricias! ¡Hemos aumentado la productividad! ¡Cada trabajador hace y produce más! Eso sí, se han mantenido iguales tanto el precio del producto como los salarios por trabajador. El resultado es fácil de deducir: si se venden más productos y se paga lo mismo a los trabajadores… los beneficios crecen[2].
En este caso la cosa ha cambiado porque de cada 12 euros que cuesta un producto ahora sólo 6’6 euros se van para los trabajadores y 5’4 se van para los beneficios. La participación salarial de la renta ha caído al 55% y la de beneficios ha subido al 45%.
Tercer mes
Ahora en el tercer mes ocurre una cosa interesante: las tiendecillas de alrededor han desaparecido -destruidas por mí, medalla olímpica en destrucción de PYMES- y me puedo permitir subir los precios ya que la gente me comprará a mí… sí o sí. Subo el precio a 15 euros, pero sigo manteniendo los sueldos al mismo nivel. Eso nos llevará a unos mayores beneficios, como es obvio.
Dado que el incremento de precios ha sido absorbido totalmente por los beneficios, la participación de los salarios ha caído hasta el 44% y la participación de los beneficios ha subido hasta el 66%.
Cuarto mes
Terminando el tercer mes resulta que mis trabajadores se han organizado y se han afiliado a un sindicato llamado SAT. Están hundiendo mi reputación porque aseguran que denuncio a ancianos y exploto a los trabajadores. Hasta se atreven a amenazarme con una huelga. Así las cosas salgo al paso para mejorar mi imagen anunciando que para el cuarto mes subiré los salarios a todos los trabajadores. Todas los medios de comunicación abrirán sus noticias con el logo de mi empresa en portada de lo campechano y buena gente que soy. A nosotros, que somos rigurosos, nos interesan más los datos:
Ahora pagamos más de salarios y no se ha movido ni el precio ni las unidades vendidas así que lo que caen son los beneficios. Obviamente la participación salarial sube, esta vez al 48% y la participación de los beneficios cae al 52%.
A lo largo del quinto mes y sucesivos ocurren otras muchas cosas, pero las vamos a dejar porque hasta este punto espero haber conseguido que se entiendan ciertas relaciones que existen entre los salarios, los beneficios, la productividad y los precios.
Obviamente podríamos jugar con muchos otros elementos, perfeccionando nuestro modelo (introduciendo, por ejemplo, los impuestos) o probando con otras combinaciones múltiples (bajar salarios y precios a la vez; bajar salarios y mantener precios; etc.). También podríamos suponer que hay trabajadores que cobran más que otros, con efectos diferentes si despedimos a unos u otros (por ejemplo, cuando se cambia un indefinido por un temporal… ¡suben los beneficios por producto!). Podríamos ver qué pasa si sube la jornada laboral por un decreto del gobierno, aunque esto ya lo tratamos aquí. Incluso podríamos insertar estos modelos en un modelo de crecimiento económico y ver qué pasa en el tiempo, teniendo presente que mi empresa no puede vender si los salarios siguen sin crecer al mismo ritmo y en ausencia de endeudamiento, por ejemplo. Esto último es precisamente lo que hacen los modelos kaleckianos y lo hemos visto aquí, entre otros posts.
En definitiva, se trata de hacer ver que en el corazón de la actividad económica (¡y de la ciencia económica!) hay un conflicto permanente: la relación que hay entre salarios y beneficios, entre capital y trabajo. Por cierto, aunque en este momento debe ser obvio: este conflicto entre capital y trabajo tiene su igual en el ámbito político y se llama lucha de clases. No parece tan anticuado, ¿verdad?