La tercera característica de la socialdemocracia ha sido el desarrollo de una sensibilidad ciudadana opuesta a cualquier tipo de explotación, y muy en especial, explotación de clases y género. El desarrollo de tal sensibilidad ha requerido políticas públicas encaminadas a liberar el enorme potencial que cualquier ser humano tiene.
Esta liberación exige, en la gran mayoría de los casos, la integración en el mercado de trabajo de la ciudadanía adulta, lo cual requiere el desarrollo de una infraestructura de servicios públicos a los miembros de las familias –como escuelas de infancia y servicios a domicilio- que faciliten combinar sus responsabilidades familiares con sus compromisos profesionales. Ello, junto con un sistema educativo y una cultura promovida por el Estado que estimule una igualdad de responsabilidades, de deberes y de derechos entre los géneros, libera a la mujer, facilitando su desarrollo.
Estas políticas públicas no han sido desarrolladas históricamente por las tradiciones cristianodemócratas o conservadores que no han facilitado la integración de la mujer al mercado de trabajo. Estas políticas públicas explican también que a mayor presencia socialdemocrática en un país europeo, mayor participación de la mujer en el mercado de trabajo, lo cual determina también otra consecuencia de esta característica, es decir, el elevado porcentaje de la población adulta que trabaja. Esta característica es también una condición para el elevado desarrollo de sus Estados de Bienestar pues a mayor número de trabajadores, mayor es la riqueza del país y mayores son los ingresos al Estado.
La cuarta característica de la socialdemocracia ha sido la de expandir la democracia, enfatizando que sea el colectivo de ciudadanos los que definan los conceptos (y prioridades) de necesidad y de habilidad (definiendo los mecanismos e instrumentos que el Estado desarrolla para adquirir sus recursos), considerando al Estado como ejecutor de la redistribución de los recursos y el garante de los derechos. Y este Estado ha adquirido incluso mayor importancia en la medida que la actividad económica se ha ido internacionalizando, según el proceso comúnmente llamado globalización.
En contra de lo que sostiene “la sabiduría convencional” de nuestro país, la globalización requiere estados fuertes que faciliten la respuesta de la sociedad a los retos planteados por la globalización. De ahí que los países más globalizados en Europa (Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca) cuyas exportaciones e importaciones representan un elevado porcentaje de su PIB, y que son considerados como los más exitosos económicamente en la UE, sean países con un amplio gasto público y con estados altamente intervencionistas y reguladores.
Las supuestas modernizaciones de la socialdemocracia: La Tercera Vía ¿reforma o ruptura?
Estos cuatro principios han ido desarrollándose de distintas formas según la historia y contexto político de cada país, alcanzando su mayor desarrollo en el Norte de Europa, los países escandinavos, y el menor desarrollo, en el Sur de Europa, donde la democracia cristiana y otros partidos conservadores han gobernado durante mayor tiempo durante los últimos cincuenta años siendo responsables del enorme subdesarrollo social de estos países.
Ni que decir tiene que existe una gran diversidad de políticas públicas desarrolladas por gobiernos socialdemócratas. Ahora bien, dentro de ellas hay que señalar algunas que significan claramente una ruptura con los principios socialdemócratas, adoptando principios pertenecientes a las tradiciones cristianodemócratas o liberales.
Una de ellas, promovidas por la Tercera Vía es la que renuncia al principio de universalización, sustituyéndolo por políticas públicas que en lugar de hablar de universalización de derechos habla de la prevención de la exclusión social y que en lugar de redistribución habla de igualdad de oportunidades. El énfasis en prevención de la exclusión social, recuerda el lenguaje antipobreza de la tradición cristianodemócrata.
En estas políticas públicas, el gasto público social se centra en los pobres o en los vulnerables a la exclusión social, sin referirse al resto de la ciudadanía. Este enfoque sustituye el discurso y la práctica redistribuidora del estado (indispensable, por cierto, para eliminar la pobreza) por políticas orientadas a los pobres o a los excluidos. Como los expertos en política social, profesores Korpi y Palme han señalado, los países más exitosos en eliminar la pobreza han sido precisamente los países que han seguido políticas redistributivas de carácter universal. La evidencia empírica de ello es abrumadora.
Para resolver el problema de la pobreza el Estado no puede centrase en los pobres. En cuanto a la igualdad de oportunidades, ésta no puede realizarse dentro de un contexto donde no haya políticas redistributivas. Asumir que un niño de una familia de renta baja pueda tener las mismas oportunidades que un niño de una familia de renta alta mediante la mera provisión de becas de estudio, es subestimar la importancia que el contexto social tiene en la configuración de las oportunidades