Hace tiempo que el estado no pretende proteger a los no-fumadores. Lo que pretende es perseguir a los fumadores. Bajo la excusa de proteger a los inocentes se culpabiliza a quien solo se molesta a sí mismo. La idea de prohibir el tabaco en lugares de uso obligado por los no fumadores me parece genial. La idea de proscribir su consumo en lugares donde los no fumadores pueden elegir estar o no me parece persecutoria. Prohibir la habilitación de zonas para fumadores donde técnicamente pueda haberlas (algo que, tengo entendido, hace la nueva legislación, salvo enmienda de última hora) es el ejemplo más claro de que la ley es persecutoria, y no protectora. Esa pesecución obedece a una lógca precisa, aunque implementada con aires de improvisación para no escandalizar al público (a esa implementación sibilina de una medida injusta se le llama, hoy en día, "concienciación del problema").
De lo que se trata es de controlar al individuo a base de dividir el tejido social en apestados y ciudadanos de orden. Ahora los nuevos apestados vamos a ser los fumadores.
En un orden de reflexión más general, aprecio lo siguiente. Desde mi punto de vista, es un hecho que desde hace ya muchas décadas el estado democrático se ha convertido en totalitario. No en todas sus dimensiones (por ejemplo, no coarta la libertad de conciencia, expresión, residencia, circulación...), pero sí en algunas de las facetas que cosidero sagradas para el individuo.
La persecución del tráfico y consumo de sustancias psicoactivas (y el tabaco lo es) es casi universal y se desarrolla a escala planetaria. La cruzada contra el tabaco va camino de convertirse en otra guerra perdida (como la cruzada contra las drogas en general), en la que los encargados de la persecución ganarán mucho dinero perdiéndola y los deseosos de consumir perderán todo ganándola.
Soy consumidor habitual de drogas. Las más habituales, el tabaco y el café. Consumo alcohol y hachís con frecuencia. He probado LSD, ergina concentrada, extracto de ipomaea violácea, benzodiacepinas, hongos psilocibes, absenta (intragable, por cierto), y por supuesto, la reina (a mi juicio) de las sustancias: la marihuana. Antes de morirme espero catar la salvia divinorum, la muscarina y alguna que otra cosilla. Sin embargo, el estado no hace otra cosa que ponerme trabas. No haciendo daño a nadie, el estado podría empapelarme sólo por la cantidad de hachís que llevo encima para mi consumo personal. Es una falacia decir que en España no está penado el consumo de droga cuando no se pueden determinar los límites entre tráfico y consumo propio. O entre cultivo para el autoconsumo y cultivo "comercial". Es hipócrita no penar el consumo y sí el tráfico.
Volviendo al tema del tabaco: básicamente esto es el inicio de otra cruzada disparatada, venida (cómo no) del Reino de las Cruzadas Perdidas (EE.UU.) y mimetizada tontamente por los estados europeos. El control de la conciencia indivudual es el objetivo. Los medios son la invención de otro crimen sin víctima, la división de la sociedad en castas de puros y de impuros, y cómo no, la creación de una red de informantes y controladores de los hábitos de consumo de los individuos (nuestros queridos taberneros, los camareros, los directores de oficinas, cualquiera que pase por ahí...). A eso se suma la creación de un cuerpo doctrinal y científico delirante, lleno de verdades a medias y de enormes estupideces (como la historia de que el fumador pasivo es el más expuesto porque el humo no respirado es más dañino que el respirado: pero por favor, ¿es que acaso el fumador no respira también el humo no respirado?).
El estado ya trata al fumador como trata al drogadicto (un enfermo al que hay que proteger de sí mismo, puesto que la sustancia le ha matado el discernimiento). Pronto el tabaco provocará alguna enfermedad mental (esquizofredia y depresión son buenas candidatas para la nueva paranoia médica). Todavía no se ha puesto a perseguir al fabricante (¡en el caso español es él mismo!). Tampoco ha tenido a bien inspeccionar el contenido de los cigarrillos que nos venden (como es su obligación).
Tiempos vendrán en los que el tabaco se convertirá en sustancia ilegal. Los fumadores pasarán a ser delincuentes y Casablanca tendrá que ser emitida a altas horas de la madrugada para que los niños no vean cómo se fumaba antaño. Si los hijos no vinieran del coito, hace tiempo que nos hubieran prohibido follar.
Yo, por mi parte, y en la medida de lo posible, cumpliré con mi deber (y mi derecho) de ciudadano libre:desobedeceré la ley, siempre y cuando no moleste a nadie.
Saludos.