La risa (enlatada) abunda en la boca de los necios.
Ahora voy a entrar en trance...
Otra vez volví a soñar con la musa Carolina, antes de que se me fuera de mi frágil memoria, pude grabar en esta cinta estas reflexiones:
“Niñas, adolescentes, niños, jóvenes, míralos.”
Y yo los miraba, los miraba y los miraba, y estaba tomando tranquilamente un helado, cuando de pronto algo me sobresaltó y comencé a ver esqueletos, era todo un espectáculo dantesco, pero era curioso porque no había bebido. La imagen me impactó, me impactó tanto que se me cayó el helado al suelo. El helado era lo de menos, obviamente, pedí la cuenta al camarero, que también era muy joven, pero no veía más que un horroroso esqueleto. Afortunadamente, el trance me duró sólo unos minutos y pude pagar la cuenta.
Ya repuesto del susto, pude comprobar que la gente a la que él había matado era gente como nosotros, gente completamente inocente, gente completamente ajena a sus delirios neuróticos. No: no era un loco y sabía muy bien lo que hacía. La musa me dijo que buscara la mala semilla, en su diario: en el diario que supuestamente había escrito un criminal. La encontré. Era un señor que odiaba a las mujeres por el sólo hecho de serlo, que reivindicaba un patriarcado no muy diferente al que tanto se critica de los musulmanes. Esa era la mala semilla: una mala semilla que le hacía también odiar a los hombres, porque según él, estarían afeminados, luego contaminados por ese hecho. En sus patológicos delirios, atribuía a familiares suyos hasta 600 o 700 amantes. No estaba bien de la cabeza. Cuidado, sabía perfectamente lo que hacía y debe pagar por ello, pero efectivamente había un componente patológico, éste sí, típicamente nazi. Un componente distinto, ajeno a intentar salvar a una civilización de volver a la Edad Media, o a España de la esclavitud que suponía el vivir bajo el yugo de Abderramán III. Un componente ajeno al liberalismo y al cristianismo, ya que mientras éstos defienden la igualdad en la dignidad de las personas, el pensamiento de este señor buscaba someter bajo el yugo de un infame patriarcado a las mujeres.
Es decir: consideraba a la mujer como un ser inferior y netamente perturbador por el sólo hecho de ser mujer. Y cosas como ésta, es la que distinguen a los liberales y a los cristianos de este tipejo. Y precisamente por eso, para evitar un patriarcado medieval es por lo que debemos estar en guardia permanente contra el Islam, precisamente para evitar un estado de esclavitud similar al cual este tipejo pretendía devolvernos. ¡Busca la mala semilla! Del árbol malo no pueden salir frutos buenos, ni viceversa. Por tanto, la operación de criminalización del liberalismo y del cristianismo una vez más ha sido refutada: no es esa semilla la que ha producido el crimen. Sino precisamente la misma mala semilla que encontramos en los textos coránicos y de la cual pretendemos salvaguardarnos.
FIN DEL TRANCE.