El sistema presidencialista se caracteriza porque el presidente de Gobierno y el jefe del Estado son la misma institución, cosa que no pasa en la democracia parlamentaria, ni en la democracia liberal. El presidente de Gobierno y jefe del Estado se eligen por elecciones directas y no a través del Parlamento, el cual tiene sus propias elecciones.
El presidente tiene derecho de veto sobre las leyes aprobadas por el Congreso; y el Congreso puede negarse a aprobar las propuestas por el presidente, ya que no necesariamente el presidente ha de contar con la mayoría parlamentaria. Los conflictos más habituales se presentan a la hora de la aprobación de los presupuestos.
Este sistema puede ocultar ambiciones personales de poder de base oligárquica, sin sujeciones democráticas que degeneran en dictaduras militares, como las de América Latina de los años 70, aunque funciona perfectamente en Estados Unidos, y es el existente en países como Perú o Venezuela.
Para gobernar es necesario tener un conocimiento constante del estado de la opinión pública. El presidente ha de ser un líder de masas.