Desde luego decir AMEN ¡NO!, ni mirar para otro lado.
¿Que podemos hacer? no está en unas únicas manos.
Pero se puede empezar desde uno mismo, que es lo que hacemos todos cuando nos percatamos de esa ironía de la vida, provocada por personas adultas en edad de ser reos de delito que gozan de impunidad y subvención.
Hay más casos en los que el pensamiento empírico deducido te da signos evidentes, pese a la juventud en que se es consciente de ello, de que te están estafando, engañando, timando y no puedes denunciar al ladrón su robo.
Paciencia hace falta, pero en la juventud no se tiene tanta como en la senectud y por eso la rebeldía nos visita a edades tiernas.
Más aún cuando de cada uno de los hechos que realizas siendo valientes y justos, deviene el azote de la ignominia, no les interesa que tú pienses mucho ni poco, interesa que no pienses. Lo que he dicho antes ¡haz lo que yo diga y no lo que yo haga¡. Si hiciésemos lo que hacen no tendríamos conciencia como ellos.