Perdona pero la liberalización del suelo y la deseable centralidad urbanística, así como la liberalización de colegios profesionales, fue parado miserablemente por la STC 61/1997 de 20 de marzo.
Cierto que Aznar debió haber emprendido reformas no ya estructurales, que me parece un eufemismo cursi, sino constitucionales, que es a mi juicio el término correcto. Obviamente, no hablo del texto, sino de lo que podrían llamarse "leyes de contenido constitucional". Me refiero naturalmente a la LOPJ, despolitizar la Justicia, a la ley electoral, a la financiación sindical, e incluso debió haber tenido los huevos de hacer un referéndum sobre la reforma constitucional. No lo hizo.
Y ya está bien de más impuestos: eso es más dinero para golfos.
Bien Palangana: después del dictamen sobre la Constitución que he hecho, ya estoy en condiciones de contestar a tu pregunta sobre la materia con la deseable sencillez.
A mi juicio, el análisis práctico de la valoración global de esta norma, no debe hacerse de forma típica y tópica como lo siguiente:
"50 Artículos malos y 119 buenos, significa que la CE es globalmente buena, pero mejorable." Tanto bueno tiene, tanto vale. Tanto dinero gasta el Gobierno, tanto vale.
Sino que debe analizarse desde otro punto de vista: lo diabólico es que eso malo de la CE, aunque sea menos, es más importante. Tanto que convierte lo bueno en papel mojado, en algo inaplicable. Lo desvirtúa: lo anula. Los jueces malvados son pocos, pero son los importantes. Los preceptos malos de la Constitución son los importantes, los que realmente funcionan. Y los preceptos constitucionales, si son buenos, no serán importantes.
Es obvio que, en la medida en que los artículos importantes son los que traen la miseria a España, la reforma de esos preceptos, aunque sean una minoría equivalen a una reforma total de la Constitución. Es como el Árbol prohibido del Génesis, que era uno y fue lo que cambió todo. Obviamente, cuando hablo de derogación constitucional, hablo de la única CE que realmente funciona: el árbol prohíbido de los intocables. Esa es la revolución pendiente en España: la del árbol prohibido. Si legalmente es infranqueable, que sea la costumbre la que lo derogue. Esa es la auténtica clave, amigo Palangana.